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Cubaneo Cotidiano

UN AMIGO ME ENVIA UN POEMA

UN AMIGO ME ENVIA UN POEMA

Mi amigo y gran poeta cubano, Roberto Méndez, me ha enviado un poema como regalo de Navidad y Fin de Año, a nombre suyo y de su linda familia, a los que aprecio y quiero fraternalmente. No es mío el poema, es suyo, y se lo ha enviado a muchos de sus amigos y compañeros con los que comparte su poesía y su talento. Pero lo siento un poco mío, por todos los recuerdos que comparto con quien lo escribió, por los años de sincera amistad y cercanía, y por su hermoso gesto al enviármelo.

Por eso quiero compartirlo con los que lean mi blog. Es un poema escrito casi en prosa, es hermoso y expresa mucho de lo que todos los que vivimos fuera de Cuba sentimos por la lejanía de la tierra que nos vio nacer. Es la inevitable añoranza y nostalgia la que nos toca profundamente al leer este poema, que a continuación les muestro junto a la foto de una rosa que su esposa tomó y me enviaron junto al poema.

 

LYDIA CABRERA Y EUGENIO FLORIT BAILAN UN VALS EN LA NOCHE VIEJA

No es el Cuba libre el que les ha entornado los ojos,

quizá sean las luces de la Noche Vieja,

tal vez esa música demasiado oída para no ser familiar hasta la angustia.

Tan cerca de la madrugada Lecuona duele como la edad,

vértebra por vértebra.

Lydia Cabrera y Eugenio Florit bailan un vals

en eso que todavía no es año nuevo

sino una promesa indecisa, un allá sin otra luz

sino las muy ajenas del Rockefeller Center.

Los párpados de ella tiemblan más,

no porque adivine la sombra del pianista

sino porque ha visto un portal, una mecedora, un árbol,

como en los días del Central,

cuando Josefina no había muerto e iban las mujeres,

de blanco, silenciosas, con las ofrendas hasta la laguna.

Mediodía, temblor y una danza ritual que se insinúa lentísima,

imposible de grabar porque Lydia se ha cubierto el rostro con un pañuelo.

Para conjurar las pérdidas habría que recoger en un disco el silencio.

Más simple o más alucinado,

él encuentra un balcón de la Habana y un piano,

huele a sopa y a unos versos de Villaespesa que declamó anoche

y el aire es como el de Barcelona cuando despiden la primavera.

Unos versos, sí, que no puede recordar,

en cada viaje se desprendió de muchos.

Su mayor poema es este vals con el círculo oscuro de los invitados

que los empuja hacia aquí –una hoja de Vermont en el bolsillo-

y el deseo que alguien quiso traer

con la melodía punzada por tanta aguja melancólica.

Habría que prohibir ciertos discos, especialmente a Lecuona.

Lydia Cabrera y Eugenio Florit ya no pueden escribir, ni reciben cartas,

pero danzan Crisantemo con el mismo cuidado

del que prepara el equipaje de la muerte.

Los voceadores de New York lo saben y atenúan sus clamores

hasta que el alba toma el color de cuello de gaviota.

Adiós, se dicen ante el portero de casaca galoneada.

No volverán a tocar ese vals, no bailarán más juntos.

Adiós, sí, sin balcón ni ritual. Resisten.

Son esbeltos y elegantes hasta en la muerte.

 

1 comentario

JESUS -

BELLOOOOO..... SE SIENTE LA MELANCOLIA Y EL AMOR A LA PATRIA..........