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Cubaneo Cotidiano

CACHITA

CACHITA

Quizás, para algunos, sea irrespetuoso llamar a la madre por su nombre propio y no por el apelativo filial materno. Pero más allá de las costumbres y de los usos, es innegable que muchas veces, por no decir siempre, es el amor el que se impone. Por eso entiendo al apóstol San Pablo, cuando en su carta a los Romanos (específicamente a los primeros cristianos de la ciudad de Roma), les hablaba de Dios, utilizando el término hebreo de Abba que, en buena técnica, significa papá o papito, en una expresión llena de ternura y de amor por Aquel que reconocemos como Padre Nuestro. De ahí que, más allá de toda devoción despersonalizada, el pueblo cubano, y no necesariamente el mejor formado religiosamente, se ha impuesto en llamar, con toda familiaridad, a nuestra Madre Santísima de la Caridad del Cobre, de la forma más cariñosa, llena del achicamiento propio del amor, con el sencillo nombre de Cachita.

Esto me trae a la memoria el recuerdo de mi madre, quien en mi más temprana infancia, cuando expresar la fe era un pecado político, acostumbraba a bordear el escaparate de su cuarto, situado en una esquina de su habitación, para allí, en el espacio oculto a la vista de los intrusos, había puesto un pequeño altarcito para su imagen de la Virgen de la Caridad. Junto a ella, un crucifijo, una vela, la Biblia y un vaso de agua, como síntesis de una religiosidad popular que la ideologizante dictadura no podía hacer desaparecer, como lo ha intentado durante cincuenta años, en la que se integraron elementos de la santería y el espiritismo a su esencial componente católico.

Esas peregrinaciones secretas de mi madre no escaparon a mi mirada curiosa, a través de la cual recibí un catecismo callado y silencioso al que, ante la imposibilidad de llevarme a la iglesia cada domingo, o inscribirme para recibir el necesario catecismo como preparación para recibir los sacramentos, poco a poco me fue preparando para lanzarme a la búsqueda, ya en mis veinte años, de esa dimensión de trascendencia y espiritualidad que la doctrina comunista no había podido llenar ni satisfacer. Sin un objetivo prefijado, sin ninguna intención premeditada, fui recibiendo el catecismo del silencio, de la esperanza, de la fe puesta en sólo Dios, de la confianza en la intercesión de la Virgen, en la protección de los santos, en el cuidado de los ángeles...y así, sin darse cuenta, mi madre y mi abuela me iban alimentando con migajas que dejaron el hambre suficiente para que yo realizara mi propia búsqueda en el momento preciso.

Nunca olvido como escuché por primera vez, en voz alta, el Padre Nuestro rezado en el velorio de mi abuelo. Allí las mujeres de la familia y los amigos y vecinos, se unieron para rezar el rosario, olvidando las prohibiciones oficiales. En el cada día de la vida de mi madre, pude ver cómo a pesar de los maltratos e injusticias, ella sabía perdonar y salir adelante, llena de optimismo, de esperanza, de amor, sin rencores, sin victimismo, sin buscar culpables, sólo haciendo patente su capacidad de dar una respuesta, la que ella quería elegir en cada momento, sin que nadie decidiera por ella. Todo eso tuvo su fruto, cuando años después ella vio cómo yo decidí iniciar un camino de fe, recibir los sacramentos y, vivir hasta el día de hoy -y espero que hasta el día en que Dios me llame a su presencia-, esa experiencia única y plenificante del Amor de Dios con la constante protección de la Santa Madre de su único hijo, Jesucristo, a la que cariñosamente todos los cubanos llamamos CACHITA:

!!!Virgen de la Caridad, ruega por nosotros!!!    

1 comentario

Lady Fingers -

Santos! Que lindo! Me pregunto si tu madre sabe la influencia tan significante que tuvo en tu vida? Se lo has dicho? No tardes en hacerlo si es que no lo sabe aun.Lo que describes es muy especial y seria motivo de gran alegria para una madre saber que fue instrumento de fe para su hijo.